No conocemos la identidad del escultor pero su
estilo sigue con claridad el del artista coetáneo que realizó el grandioso friso
y portada de la iglesia de Carrión de los Condes, también en Palencia. Los
especialistas suelen valorar como superior el conjunto carrionés, aunque ambos
comparten la monumentalidad y el virtuosismo característicos de la plástica
tardorrománica, que en aquel momento comenzó a abandonar su primitiva tendencia
a la abstracción para avanzar hacia un progresivo naturalismo.
En los dos
casos la figura central de Cristo está mucho más lograda que las efigies
laterales, que siguen siendo rígidas y poco realistas. Es en los pliegues de
las ropas, quizá excesivamente multiplicados por el uso del trépano, y en
particular en el rostro, la barba y el cabello de Cristo, donde los escultores
alcanzaron las mayores cotas de perfección.
Desde el punto
de vista iconográfico, el conjunto sigue una composición bastante habitual,
denominada «Maiestas Domini» o majestad del Señor. En el centro está la figura
sedente de Cristo, circunscrita en una mandorla o almendra mística. Se muestra
con una mano alzada en actitud de juzgar
mientras sostiene en la otra mano el libro de la Sagrada Escritura. Por esta
actitud, la figura de Cristo en majestad es también conocida como
«Pantocrátor», en referencia a su poder sobre todas las cosas. La mandorla está
flanqueada por cuatro figuras que forman lo que se llama un «Tetramorfos», con
el fin de representar a los cuatro Evangelistas: San Mateo como un ángel, San
Juan como un águila, San Lucas como un buey y San Marcos como un león. Aunque
la atribución de cada animal a cada evangelista está relacionada con
determinadas características de los evangelios, el tema iconográfico está
inspirado de una visión celestial descrita en el libro del Apocalipsis, 4,
2-7.
Por último, la
serie de esculturas dispuestas horizontalmente a cada lado representa a los
doce apóstoles. Con cuidadosa determinación, el cantero, así mismo, se encargó
de identificar a los apóstoles; de manera que, por ejemplo, en el libro que
porta el primero por la derecha, según miramos el pórtico de frente, podemos
leer con facilidad la palabra IVDE: Judas. A su lado, y también grabado en
las guardas del libro que sujeta con una mano, aparece el nombre de BARNAB:
Bernabé. Como es habitual, portan diversos atributos iconográficos que los
identifican, como libros, filacterias o cruces.
Todas estas
figuras son de menor tamaño que la del Cristo central con la intención de
expresar una relación de jerarquía que se da no sólo en la historia evangélica
sino también en la misma estructura de la Iglesia. Su factura técnica es mucho
más modesta que la del grupo central, aunque tratan de mostrar cierto dinamismo
alterando la posición de las cabezas, girando el tronco levemente o cruzando
las piernas, como las dos figuras que se encuentran más próximas a Cristo, al
que parecen dirigirse.